lunes, 14 de julio de 2008

Cata del Gran Jurado Europeo | Burdeos 2005, revisitado

El Gran Jurado Europeo acaba de completar una de sus catas más exhaustivas dedicadas a una misma región y una misma añada: 160 burdeos tintos de la afamada cosecha 2005, y ello sin entrar en casi ninguno de los ‘premiers crus’ ni de los considerados ‘súper segundos’, con alguna excepción (Domaine de Chevalier, Pavie) a lo largo de cinco sesiones de cata a ciegas. Era una eliminatoria antes de la ‘finalísima’ del próximo otoño, en la que los grandes se añadirán a los mejores de esta cata. La conclusión: muy buena añada, sí, pero ¿de verdad a la altura de las legendarias como 1955 o 1961? La feroz tanicidad de muchos vinos sigue llamando la atención.

El Gran Jurado, compuesto por catadores del norte, el centro y el sur de Europa, más un pequeño grupo de norteamericanos que han venido a ampliar su base -y que a menudo se muestran más ‘europeos’ en sus gustos que los propios europeos-, fue fundado hace una docena de años por el luxemburgués François Mauss y está compuesto por enólogos, sumilleres, periodistas especializados, comerciantes y aficionados serios. Las catas son supervisadas notarialmente y su independencia está acreditada.

Lo que, en una sala diáfana y bien iluminada del Château Léoville-Poyferré, en Saint-Julien, cataron dos docenas de miembros del GJE fue una buena representación de las denominaciones de ambas márgenes del Garona/Gironde. Algunos logros notables y muchos vinos con unos taninos tan imponentes ahora como los observamos en las ‘primeurs’ de 2006. Perfiles marcadamente distintos (mucha fruta negra y mucha voluptuosidad en la margen derecha, mucha fruta roja y bastante frescura en Médoc y Graves).

Los mejores expertos en burdeos, y también los más entusiastas (cosas que este cronista no es), vieron atisbos de grandeza en algunos de los vinos, pero los demás catadores del GJE no pasaron del ‘muy bueno’, que ya es bastante. Los taninos, en algunas ocasiones, daban al catador experto la impresión de que en unos años podrían resolverse sin que el resto de una materia de calidad deesapareciese, que es lo que suele dar lugar a los más grandes y longevos burdeos. Pero en otros casos pare´cían prometidos a vivir más años que la fruta del vino.

De hecho, un par de catas fuera del programa oficial sirvieron de útiles recordatorios: un Château Palmer 1975 y un Château Prieuré-Lichine 1975 se mostraban cargados de elegancia y complejidad. Y hay que recordar que esa añada 1975 acarrea la fama (como algunas otras, 1988 por ejemplo) de que los taninos irreductibles han acabado imposibilitando que cumpla las promesas enormes de hace tres decenios. Pues bien, ese par de ‘crus classés’, al cabo de 33 años, sí que han logrado el espléndido estilo que hizo la fama mundial de los ‘clarets’. (Y un Pichon-Baron 1978 verdaderamente fastuoso también nos lo recordaba, en el restaurante Le Pavillon de Margaux, cuya carta de vinos incluye algunos de esos tesoros de los años 70 a menos de 150 euros). Y está claro que 2005 es mejor que 1975 y quizá que 1978, así que los consumidores lo suficientemente jóvenes como para poder permitirse comprar ahora y esperar pacientemente saben que van a poder encontrar cosas de verdadero interés.

Lo que sí ha cambiado atrozmente desde entonces es la diferencia de precio entre los ‘premiers crus’ y el resto. Pero la diferencia de calidad sigue siendo, en algunos casos, modesta. Burdeos es una región del mundo donde, con buena información, un aficionado que no quiera ‘beber etiquetas’, sino el contenido de una botella, puede aún encontrar gangas o, al menos, muy buenas compras.

Una única sesión, la primera, presentaba mezclados los vinos de ambas márgenes. Como en botica, en ese cajón de sastre hubo de todo. Taninos abrumadores que, dada la grandeza del ‘cru’, prometen dar paso algún día a un vino de guarda importante: Clos Fourtet, (14/20 según nuestras notas; las del GJE no se han publicado aún), Château Lascombes (15,5).
Otros vinos muy marcados por el roble pero con materia para quedar perfectamente armónicos con un año o dos de espera: Ch. Coufran (16), Ch. Desmirail (15,5), Ch. Greysac (16). Una revelación: los finos y a la vez poderosos vinos del grupo Biturica, en el sur del Médoc, con notas entre 15 y 16: Ch. Mille-Roses, Ch. Chambon La Pelouse, Clos du Jaugueyron (Haut-Médoc).

Por razones reglamentarias de ésas tan francesas que uno nunca entiende bien, el Clos du Jaugueyron hace otro vino con el mismo nombre pero con denominación, más prestigiosa, Margaux AOC. Pues bien, también destacaba éste entre los vinos de la margen izquierda a la que se dedicaron dos sesiones. Algunos nombres inesperados se deslizaban entre los vinos de calidad que ya alcanzan gran armonía, como Ch. Cos Labory (16,5), Ch. Branon (15,5), Ch. Cantenac Brown, Ch. Monbrison (16,0), Ch. Citran (15,0). Entre los que apuntan maneras pero deben aún ensamblarse, Ch. Haut-Condissas (15,5), Ch. Siran (15,0), Domaine de Chevalier (15,0).

Las dos sesiones dedicadas a la margen derecha nos permitieron comprobar cómo un vino de estilo ultra-potente, ‘Nuevo Mundo’, como es Château Pavie, que tanto entusiasma a Robert Parker y, ahora, incluso a Jancis Robinson, deja bastante fríos a muchos catadores europeos, incluido el que suscribe, que dieron notas entre 14,0 y 15,0 a un vino que otros colocan en los míticos 100 sobre 100…

En la búsqueda de armonía y elegancia, a este catador le convencieron más Ch. Fonplégade (15,5), Ch. Beauséjour-Bécot (15,5), Ch. Clinet (15,0, Ch. Canon (15,5), Ch. Fleur-Cardinale (15,5), Ch. Larcis-Ducasse (16,0), Ch. Rol-Valentin (15,5), Ch. Le Bon Pasteur (15,5: el vino propiedad de Michel Rolland, que deberían catar quienes le acusan de hacerlos sobrepoptentes y sobremaduros…). A esperar un poco más, pero con gran potencial: Ch. Pavie-Macquin (15,5).

No hay comentarios:

Publicar un comentario