Donald y Tru siempre vivieron enamorados del vino, apasionados por la bebida , y en sus planes de retiro siempre consideraron sembrar, cosechar uva y hacer vino como un plan para el final de su vida laboral formal.
Ellos mismos afirman que todo pasó muy rápido desde el momento que lo conocieron y decidieron que ahí querían vivir su retiro, hasta que empezaron a hacer vino con apoyo de Hugo D’Acosta y el ingeniero Fernández que los apoya en la parte técnica de su sueño.
La presencia de su hijo ha inspirado el trabajo de esta pareja, que ha sabido repartir sus funciones, el, encargado de la elaboración del vino con los expertos que lo apoyan, y ella en el área comercial, donde no tiene clientes, sino amigos con los que comparte su vino y la pasión que los hace ser mejores a diario.
Para ellos es fundamental estar cerca de su vino, a diario trabajan en el viñedo, están presente en todo el proceso, y el enólogo D’Acosta se encarga de imprimir su personalidad que ha sido adoptada también por la tierra que los alberga y les brinda el fruto.
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