Hugo D’Acosta es un apasionado por los vinos, pero sobretodo por el terruño y la manifestación de la fruta desde el cultivo, donde se hacen los mejores vinos.
Cuando llegó a Baja California en 1988 con la idea de mejorar y hacer vinos asombrosos en esta zona, este agrónomo quien estudió viticultura y enología en Francia e Italia, vio en la zona algo diferente al resto del país por la vocación natural de hacer vinos.
Inició su trabajo en Santo Tomás para refrescar una empresa con mucha tradición pero con altibajos en su producción, y durante los 12 años que trabajó allí pudo gestar su proyecto personal que era Casa de Piedra.
Este proyecto mantiene la personalidad de la fruta de los valles de San Vicente y Guadalupe, con variantes características de los cambios de clima que se dan en la zona, y respetando la personalidad de la uva y el vino, sin modificar el resultado final con una gama de sabores y aromas amplio y expresivo.
Luego, D’Acosta participa en el proyecto de la Vinicola Adobe Guadalupe, en donde se buscaron las mezclas luego de una selección y exploración de lo que podía hacerse con las uvas muy variadas de sus vinedos.
No busca vinos de autor sino de contexto, integra al viñedo y tiene la paciencia de leer lo que la tierra le dicta para cada uno de sus vinos.
Uno de los mejores enólogos de México se vio motivado por su padre, quien buscaba que sus hijos se dedicaran a lo que realmente les gustaba, y en el caso de D’Acosta, al entrar en un verano a tomar un curso de fruticultura descubrio lo fascinante que era la transformacion del fruto en vino y de ahi inicio su pasión por el cultivo y la tierra.
Poco a poco se vio sumergido en la magia de los vinos, cuando desde su formación como ingeniero agrónomo en el tecnológico de Monterrey campus Querétaro inició con algunos experimentos.
Pero luego, el vino lo atrapó por completo cuando estudió enología en Montpellier Francia y en Turín, en el Piamonte italiano, donde alcanzó su sueño de ver la uva transformarse en vino y realizar su primera cosecha en la cava cooperativa de Saint Emilion en 1982.
Protagonista de la revolución del vino mexicano, D’Acosta cree firmemente en la vocación de Baja California, región que se fortalece en los años 80, cuando con la fundación de Monte Xanic motivó a otros amantes y apasionados a hacer del vino su forma de vida.
Este enólogo ha buscado a través de los años, fortalecer la región, apoyar a los demás productores en la elaboración del vino de calidad, y en su escuelita, enseñar a producir vino con un profundo respeto por la tierra.
Cuando llegó a Baja California en 1988 con la idea de mejorar y hacer vinos asombrosos en esta zona, este agrónomo quien estudió viticultura y enología en Francia e Italia, vio en la zona algo diferente al resto del país por la vocación natural de hacer vinos.
Inició su trabajo en Santo Tomás para refrescar una empresa con mucha tradición pero con altibajos en su producción, y durante los 12 años que trabajó allí pudo gestar su proyecto personal que era Casa de Piedra.
Este proyecto mantiene la personalidad de la fruta de los valles de San Vicente y Guadalupe, con variantes características de los cambios de clima que se dan en la zona, y respetando la personalidad de la uva y el vino, sin modificar el resultado final con una gama de sabores y aromas amplio y expresivo.
Luego, D’Acosta participa en el proyecto de la Vinicola Adobe Guadalupe, en donde se buscaron las mezclas luego de una selección y exploración de lo que podía hacerse con las uvas muy variadas de sus vinedos.
No busca vinos de autor sino de contexto, integra al viñedo y tiene la paciencia de leer lo que la tierra le dicta para cada uno de sus vinos.
Uno de los mejores enólogos de México se vio motivado por su padre, quien buscaba que sus hijos se dedicaran a lo que realmente les gustaba, y en el caso de D’Acosta, al entrar en un verano a tomar un curso de fruticultura descubrio lo fascinante que era la transformacion del fruto en vino y de ahi inicio su pasión por el cultivo y la tierra.
Poco a poco se vio sumergido en la magia de los vinos, cuando desde su formación como ingeniero agrónomo en el tecnológico de Monterrey campus Querétaro inició con algunos experimentos.
Pero luego, el vino lo atrapó por completo cuando estudió enología en Montpellier Francia y en Turín, en el Piamonte italiano, donde alcanzó su sueño de ver la uva transformarse en vino y realizar su primera cosecha en la cava cooperativa de Saint Emilion en 1982.
Protagonista de la revolución del vino mexicano, D’Acosta cree firmemente en la vocación de Baja California, región que se fortalece en los años 80, cuando con la fundación de Monte Xanic motivó a otros amantes y apasionados a hacer del vino su forma de vida.
Este enólogo ha buscado a través de los años, fortalecer la región, apoyar a los demás productores en la elaboración del vino de calidad, y en su escuelita, enseñar a producir vino con un profundo respeto por la tierra.
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